La diplomacia cultural de México en el Siglo XX
La diplomacia cultural fue un componente importante en la política exterior de México a lo largo del...
La Unión Panamericana (UP), fundada en 1890, fue la primera institución que expresó una nueva visión de organización global promovida por Estados Unidos a lo largo del siglo siguiente. Sesenta y cinco años antes, Simón Bolívar propuso que las antiguas colonias de España aseguraran sus independencias a través de una federación panamericana. El plan de Bolívar fracasó cuando el Imperio español se dividió en veinte naciones soberanas unidas por la lengua, pero divididas a causa de intereses políticos y económicos. La idea bolivariana renació en la década de 1880, para incluir esta vez a Estados Unidos, Haití y Brasil, como manera de competir con el expansionismo europeo por el control de África y Asia, que se extendía también hacia América. En particular, Alemania envió fuerzas navales a Sudamérica con el objetivo de tomar el control de las aduanas de varios países, y así exigir el pago de préstamos otorgados por ciudadanos alemanes. Tal era parte de una estrategia para desafiar la hegemonía británica en los mercados latinoamericanos. En 1887, Venezuela expulsó de sus costas a un escuadrón alemán y llamó en su ayuda al gobierno estadounidense. Estados Unidos respondió invitando a una reunión panamericana en Washington para tomar medidas de acción colectivas. Las naciones americanas respondieron positivamente a la invitación, preocupadas por mejorar las relaciones desiguales entre América y Europa. La idea de crear una Unión Panamericana era atractiva para muchos países, aún si no existían las bases materiales para garantizar la equidad entre Estados Unidos y las otras naciones. El panamericanismo parecía prometer que las relaciones internacionales podían reformarse consolidando los principios de igualdad, reciprocidad y fuerza comunitaria. Aún si la Unión Panamericana movilizó la retórica idealista de la era revolucionaria, desde un inicio intentó equilibrar el orden político mundial. Tanto en Estados Unidos como en los países de América Latina se creía que una unión americana forzaría a Europa a modificar sus operaciones, preservando, e incluso expandiendo el comercio transatlántico que ya existía. Desde esta perspectiva, el panamericanismo fue un preludio del "globalismo/globalización" de finales del siglo XX. Las incoherencias de la puesta en marcha del panamericanismo, en parte debidas a las contradicciones de las estrategias y la política de Estados Unidos, presagiaron los problemas que acaecieron después del fin de la Guerra Fría.
El principal promotor del panamericanismo de inicios del siglo XX fue Elihu Root (1845-1937), un abogado de Wall Street quien fuera Secretario de Guerra de Estados Unidos de 1899 a 1904, y Secretario de Estado de 1905 a 1909. Root configuró a la UP bajo el modelo de una concepción liberal de orden internacional, basada en la ley, los derechos individuales y la empresa privada. Defendía desplazar el "equilibrio de poderes" hacia instituciones globales basadas en el derecho internacional codificado, con procedimientos claros en caso de controversias. Root también buscaba expandir los intercambios intelectuales y culturales entre las naciones para crear una "opinión pública" global. Persiguió activamente este objetivo entre 1910 y 1929, cuando era presidente de la Carnegie Corporation, un grupo de veinte filántropos creado por el magnate del acero Andrew Carnegie, para invertir su vasta riqueza en causas públicas. La visión de Root sobre cómo lograr lo que él consideraba que podía ser un mundo más pacífico y próspero (en relación con aquel creado por las potencias europeas desde el siglo XVII) se basaba en una generalización arbitraria acerca de los elementos positivos centrales para el gobierno interno de Estados Unidos. Por ejemplo, la independencia del sistema judicial, o una sociedad civil fuerte, organizada en torno a la libertad de prensa y muchas asociaciones voluntarias activas. En otras palabras, el nuevo orden mundial promovido por Root sería un imperio informal cuya estructura reflejara la experiencia histórica de los Estados Unidos. Como advirtió el historiador argentino Tulio Halperín Donghi, un aspecto importante de la dominación de Estados Unidos es que está basada en la conversión cultural1. Los ciudadanos involucrados en actividades panamericanistas quedaron seducidos por el hecho de dar por sentado que la manera de hacer las cosas por Estados Unidos era siempre la más efectiva.
Al formar la UP, sus miembros buscaron promover una identidad transnacional panamericana mediante un intercambio intelectual y cultural regular. La idea de "Intercambio cultural", igual que la idea de panamericanismo, supone una combinación contradictoria de idealismo y poder. La cultura que se convierte en un instrumento de propaganda a favor de la "libertad", la "civilización", o cualquier otra abstracción que la potencia del momento elija, no puede, por definición, ofrecer un marco crítico para explicar las complejidades del mundo. A pesar de ello, muchos escritores y artistas participaron en los programas de intercambio, entusiastas por alcanzar nuevos públicos, mientras contribuían a la causa del entendimiento internacional.
La palabra "intercambio" sugiere una interacción en dos direcciones; sin embargo, diversos historiadores y expertos en relaciones internacionales, más preocupados por la eficacia del "poder blando" de la política internacional norteamericana, se han enfocado generalmente en el uso de los programas culturales para influir la opinión pública internacional y asegurar la aprobación de las prioridades estadounidenses. Sin embargo, hay otra dimensión: cómo la sociedad estadounidense se transformó a medida que fue creciendo su papel a nivel global. La concepción de Elihu Root sobre el papel internacional de Estados Unidos requería de una ciudadanía capaz de comprender los debates en otros países, independientemente que fueran aliados o enemigos potenciales. Si la sociedad estadounidense se preocupaba sólo por sí misma, la nación en su conjunto iba a ser incapaz de ofrecer un liderazgo internacional responsable y fidedigno. Root consideraba esta situación particularmente peligrosa, ya que conocía por experiencia personal la tendencia del poder ejecutivo a actuar unilateralmente; mientras que los negocios estadounidenses en el exterior aprovechaban cualquier ventaja posible, así fuera coludiéndose con líderes corruptos. Los propósitos más profundos en el intercambio cultural - según el marco de gobernanza global de Root - consistían en desarrollar una opinión pública nacional con la voluntad y el poder de hacer que el ramo ejecutivo y las empresas estadounidenses, fueran más responsables y democráticos en sus tratos internacionales. Este ideal era admirable, tal vez utópico en su forma, pero el interés público en las relaciones internacionales era una base esencial para futuras políticas de expansión e intervención.
En respuesta a los planes de los Estados Unidos, las naciones americanas debieron considerar seriamente qué las unía y qué las dividía. Comenzaron a debatir sobre cómo tomar ventaja de lo que Estados Unidos ofrecía en términos de inversiones, comercio, seguridad, así como en los recursos potencialmente benéficos de los programas educativos y culturales. Todas las naciones de la Unión Panamericana, incluido Estados Unidos, divergían acerca de cómo fortalecer los lazos interamericanos; y en específico, en la posibilidad de disfrutar los beneficios sin tener que renunciar a la independencia nacional ni a la identidad cultural.
El panamericanismo era, en esencia, una empresa liberal que evocaba ideas de libre cambio, desarrollo individual, y el imperio de la ley. Al ser un proyecto liberal, tuvo que enfrentar las críticas de marxistas y conservadores, así como de grupos defensores de identidades étnicas, raciales o religiosas. Construir una comunidad cultural e intelectual común en el continente americano exigía instituciones transnacionales que no existían en 1900, cuando el panamericanismo estaba en su etapa formativa. La cooperación entre gobiernos, universidades y otras instituciones sin fines de lucro durante las décadas siguientes coadyuvó a crear un intercambio sostenido de artistas e intelectuales provenientes de países diferentes. Durante la década de 1930, los medios de comunicación de masas emergieron y se expandieron a lo largo del hemisferio occidental. Ya fueran libros, revistas, películas, radio o grabaciones fonográficas; el intercambio entre productores de diferentes países ayudó a establecer un mercado cultural en que la ganancia beneficiaba aún más a los productores latinoamericanos, que si sus bienes no hubiesen cruzado las fronteras nacionales. Las redes culturales y comerciales que se desarrollaron como producto del intercambio panamericano promovieron la identidad latinoamericana como un requisito indispensable del mercado cultural continental. Sin embargo, este proceso implicaba una difícil separación de la hegemonía cultural anglo-americana.
La agenda cultural de la Unión Panamericana comenzó con un ambicioso programa de conferencias. Dada la formación universitaria de los participantes en el intercambio cultural panamericano, el diálogo académico dentro de América, a través de las fronteras nacionales fue una extensión de los diálogos entre intelectuales del continente a lo largo del siglo XIX. Esta discusión, típicamente normativa y racionalista, se organizaba en torno a esfuerzos por definir principios básicos.
El Primer Congreso Científico Panamericano tuvo lugar en Santiago de Chile en 1908, integrado por 400 delegados. El segundo congreso, reunido en Washington a finales de 1915, tuvo cerca de 2500 asistentes. Hasta 1948 se organizaron otros diez congresos. La Unión Panamericana también organizó cientos de congresos en las rúbricas reconocidas como: agricultura, arqueología, arquitectura, aviación, bibliografía, botánica, desarrollo infantil, café, comercio, comunicaciones, resolución de conflictos, asuntos consulares, aduanas, expansión económica, educación, eugenesia, finanzas, geografía, salud, autopistas, historia, vivienda, vida indígena e idiomas, cooperación intelectual, asuntos jurídicos, sindicatos, leyes, literatura, medicina, municipalidades, música, nutrición, correos, radio, sanidad, estandarización de pesos y medidas, ciencias físicas y naturales, organizaciones sociales, intercambio estudiantil, registro de marcas, universidades, y mujeres. El financiamiento de dichos eventos provenía de organizaciones filantrópicas estadounidenses, como la Carnegie Corporation y la Fundación Rockefeller, así como de otras corporaciones cuyas inversiones estaban estrechamente ligadas con el tema a tratar. Con la fundación de la UNESCO, la participación se trasladó a las reuniones mundiales patrocinadas por la nueva organización internacional.
Debido a que el presupuesto de la Unión Panamericana era limitado - teniendo a los Estados Unidos como el miembro más rico que cubría cerca de dos tercios de los gastos operativos - el éxito de las actividades era proporcional a lo permitido por las donaciones de individuos, corporaciones y sociedades filantrópicas. El principio guía de las actividades panamericanas era que la iniciativa privada determinaba qué conexiones interamericanas eran las más benéficas.
Una prioridad frecuente en los encuentros panamericanos era el desarrollo de una currícula común en las escuelas de los estados miembros. El congreso científico de 1915 recomendaba estudiar "los logros e influencia de los padres fundadores de la independencia de las repúblicas americanas" en todos los niveles de estudios, primaria y secundaria, junto con las clases de geografía, historia y valores cívicos. En 1931 la Unión Panamericana encargó a la poeta chilena Gabriela Mistral que escribiera "un voto de la juventud escolar", a ser recitado en las escuelas de toda América. Dicho juramento comenzaba con una simple declaración: "Nosotros, americanos del Norte y del Sur, hemos recibido y aceptado con la unidad geográfica cierta comunidad de destino que sería un triple destino de realizar la riqueza suficiente, la democracia cabal y libertad cumplida en el continente". El juramento continuaba con un llamado a los americanos del norte y del sur, a unirse en torno a su herencia cristiana común, dejando a un lado cualquier diferencia superficial. Así, sus esfuerzos por crear nuevas sociedades indicaba de que estaban predestinados a dar "una tónica, un acento, un sabor democrático" de la cultura, las costumbres, el arte, la educación y la ciencia que todos los americanos han heredado de Europa, "gracias al cual ellos derramen sobre el hombre de las tierras nuevas una belleza y una dulzura mayor". El voto concluía que, a diferencia de Europa, los americanos resolverían sus diferencias sin violencia y sin restringir la independencia de ningún pueblo.
Incrementar rápidamente la instrucción de idiomas surgió como la más importante prioridad. En las principales ciudades de América Latina se abrieron centros de enseñanza del inglés, fundados por organizaciones privadas. Por ejemplo, la Corporación Carnegie, conocida por haber desarrollado un sólido sistema de bibliotecas en los Estados Unidos, a partir de 1915 se concentró en la construcción de "Bibliotecas panamericanas" por todos los países americanos. Cada biblioteca recibió paquetes de 10 000 a 20 000 libros en inglés, suscripciones a revistas y periódicos, además de fondos para la contratación de personal. Teniendo como prioridad la enseñanza de idiomas, la Sección Auxiliar de Mujeres de la Unión Panamericana prometía que los clubs de mujeres "promoverían el estudio del español, del portugués y del inglés en las escuelas secundarias en cada uno de los países miembros". Asimismo promovía "el desarrollo de las artes, la música y la literatura de las Américas", y ayudaría a expandir los programas de intercambio colectando fondos para enviar a los estudiantes, por un año, a otro país miembro de la Unión2.
Ya que el inglés era el idioma más importante del comercio internacional durante los siglos XIX y XX, muchos miembros de las clases altas y medias latinoamericanas tenían algún conocimiento de dicha lengua. Sin embargo, en los Estados Unidos, la enseñanza del español era mínima en todos los niveles escolares, mientras que los programas de portugués prácticamente no existían. Para 1925, el número de estudiantes matriculados en cursos de español aumentó respecto a los de francés y alemán, haciendo del español, aún a nuestros días, el idioma más estudiado en los Estados Unidos. La enseñanza del portugués quedó confinada a algunos colegios y universidades. A pesar de ello, el número de instituciones que ofrecían cursos de esta lengua creció de 3 a 700 en tan solo una década. Este notable crecimiento no fue el resultado de cambios aleatorios, sino el producto de un esfuerzo concertado y sólido para promover y expandir una conciencia americana en los Estados Unidos. En este país, el aprendizaje de idiomas de la región se hizo "natural".
A menudo, las Conferencias Panamericanas reconocían la necesidad de promover programas de traducción y recomendaban la publicación de los libros históricamente más importantes de la región en los cuatro idiomas oficiales. La Biblioteca Panamericana, finalmente creada en 1940, publicó nuevas ediciones de textos clásicos, varios de ellos agotados y difíciles de hallar. Sin embargo, el programa nunca tuvo fondos suficientes para completar las traducciones. En 1919, la Unión lanzó tres revistas mensuales, el Pan-American Magazine, el Pan American Review y el Inter-America. Todas ofrecían traducciones al inglés de artículos publicados en importantes revistas y periódicos de América Latina. En particular, Inter-América ofrecía traducciones en español de trabajos publicados en la prensa estadounidense. El Bulletin of the Pan American Union reimprimía ensayos, historias cortas y poesía en los cuatro idiomas oficiales. Más adelante, la Unión comenzó a publicar el Boletín de artes visuales, una publicación trimestral en español que reseñaba importantes exhibiciones en esa área.
El objetivo de las publicaciones de la UP era dar a conocer autores cuyos trabajos eran difíciles de encontrar. Tal y como sucedió con otros programas culturales de la Unión, las traducciones aumentaron conforme las editoriales reconocieron su interés. Los programas alcanzaron un modesto incremento de las traducciones de libros latinoamericanos al inglés, pero no de libros estadounidenses al español o portugués. Entre 1800 y 1915, sólo 34 libros de América Latina fueron traducidos al inglés y publicados, ya fuera en Estados Unidos o en el Reino Unido. Entre 1916 y 1940, 88 libros se tradujeron al inglés, de los cuales 86 se publicaron en Estados Unidos y 2 en Inglaterra. Los trabajos de no ficción eran los más difíciles de traducir. Esto se debe a que los libros de otros países exigen bastante contextualización, que requieren adiciones sustanciales y/o notas a pie de página, para hacer comprensible el trabajo del autor, especialmente cuando proceden de una región poco conocida para los lectores norte-americanos. En consecuencia, una gran mayoría de libros traducidos al inglés eran ficción o poesía, en vez de análisis profundos de otra sociedad.
Waldo Frank, un novelista popular y autor de varios libros sobre las relaciones culturales entre los Estados Unidos y América Latina, editó una colección de libros que introdujo al público de habla inglesa a autores como Ricardo Güiraldes, José Eustasio Rivera, Rómulo Gallegos y Victoria Ocampo. Las novelas sobre la revolución mexicana resultaron ser las más populares entre el público estadounidense, particularmente Los de abajo, de Mariano Azuela, traducido al inglés con el nombre de The Underdogs, litelarmente "los desvalidos"; y El águila y la serpiente de Martín Luis Guzmán.
Durante la Segunda Guerra Mundial las traducciones al inglés se triplicaron, ya que la División de Asuntos Culturales del Departamento de Estado de los Estados Unidos empezó a publicar autores que se pensaba podrían interesar al público estadounidense. Asimismo, esta oficina ofrecía subsidios para cubrir costos extras de traducción. El primer libro latinoamericano que alcanzó un éxito comercial en el competitivo mercado editorial estadounidense fue Crossroads, una novela sobre la vida urbana contemporánea, escrita por el brasileño Érico Veríssimo. Macmillan, uno de los gigantes de la industria editorial estadounidense, publicó numerosas traducciones de autores latinoamericanos, aprovechando los subsidios del gobierno. La novela de Veríssimo logró muchas ventas y otros ocho libros de su autoría aparecieron en inglés entre 1945 y 1967, pese a que los subsidios gubernamentales desaparecieron cuando terminó la Segunda Guerra Mundial. El poeta chileno Pablo Neruda también fue muy leído en los Estados Unidos durante ese mismo periodo. Las novelas de Ciro Alegría, sobre comunidades indígenas del Perú que luchaban por su autonomía, fueron también populares en sus versiones al inglés. La antología de Germán Arciniegas Green Continent: A Comprehensive View of Latin America by Its Leading Writers, publicada en 1944, se convirtió en lectura obligada en las escuelas de Estados Unidos y siguió reimprimiéndose por los siguientes 30 años.
Las primeras figuras de la cultura latinoamericana que captaron la atención del público estadounidense fueron los muralistas mexicanos. A fines de la década de 1920 tuvieron lugar diversas exhibiciones de arte contemporáneo mexicano en museos de Nueva York, Detroit, Chicago y San Francisco. Su concurrencia era comparable, a veces mayor, a la de exhibiciones de los grandes maestros europeos. La creciente fascinación por el muralismo mexicano hizo que diversos artistas fueran invitados a trabajar en prácticamente todas partes en los Estados Unidos.
Los trabajos de los muralistas celebraban el México postrevolucionario y el poder de la movilización ciudadana para reconciliar la democracia con la organización industrial. Su mensaje - en ocasiones muy crítico - del capitalismo moderno, era tanto dramático como positivo. Diego Rivera escribió en sus memorias que cuando fue invitado por primera vez a trabajar en California estaba muy entusiasmado, ya que "Estados Unidos era una auténtica nación industrial, y tal y como había imaginado, "era el lugar ideal para el arte mural moderno". El mayor y más exitoso proyecto de Rivera en los Estados Unidos fue dedicado al Instituto de Artes de Detroit. Con patrocinio de la familia Ford, Rivera tuvo a su cargo una enorme sala para crear su Detroit Industry (1932), usando los cuatro muros del recinto para ilustrar la cadena de montaje de la producción de automóviles, así como las raíces de la industria en la ciencia moderna. Más adelante, Nelson Rockefeller encargó a Rivera otro mural para el lobby principal del nuevo Rockefeller Center de Nueva York. Su obra, Man at the Crossroads celebraba todas las posibilidades en ciencia, industria y sociedad, que la vida moderna ofrecía. Sin embargo, Rockefeller despidió a Rivera cuando se negó a borrar el retrato de Lenin, el venerado y vilipendiado líder de la revolución comunista rusa, a quien Rivera comparaba con Abraham Lincoln, en el panteón de los grandes héroes. La empresa que alquilaba los espacios para oficinas de aquel edificio ordenó la destrucción del mural. Cuando volvió a casa, Rivera pintó una versión más pequeña con el título El hombre controlador del Universo, que se ha exhibido de manera permanente en el Museo de Bellas Artes de la Ciudad de México.
Otra obra en Los Ángeles, que también fue destruida, es el mural América Tropical (1932), de David Alfaro Siqueiros. Los creativos de un centro comercial con tema mexicano encargaron al pintor un mural que fuera visible por todo el espacio. Siqueiros pintó el cuerpo de un indígena crucificado en el centro del mural, rodeado de ruinas y esculturas precolombinas. Desde los márgenes, unos francotiradores (identificados con los movimientos revolucionarios de México y Perú) apuntan un águila que se cierne a mitad de la escena. Cuando la obra fue presentada, tanto los críticos de los Estados Unidos como los de México señalaron a América Tropical como una de las obras más importantes producidas por el movimiento muralista mexicano. Sin embargo, para los creativos que comisionaron la obra, Siqueiros había ignorado que el mural debía tener intenciones comerciales. El mural fue borrado para que sus imágenes perturbadoras no entraran en conflicto con el carácter festivo-comercial del recinto. En todo caso, el destino de la obra de Rivera en el Rockefeller Center, y de los murales de Siqueiros en la Olvera plaza, eran poco comunes respecto a las docenas de murales que los artistas mexicanos crearon en los Estados Unidos, durante la década de 1930.
El mural de José Clemente Orozco, The Epic of American Civilization (1932-1934), en el Dartmouth College en New Hampshire, que trataba sobre los efectos deshumanizantes de la guerra y la industria moderna, se convirtió rápidamente en uno de los lugares artistico más vistos en el país3.
En 1938, algunos curadores y críticos estadounidenses descubrieron al pintor brasileño Candido Portinari. El éxito de Portinari coincidió con el hecho de que el gobierno federal de Estados Unidos asumía un papel más importante en la coordinación y promoción de los intercambios culturales. Para la administración de Roosevelt era fundamental tender lazos estratégicos con Brasil, con el fin de hacer de la Unión Panamericana una alianza contra la Alemania nazi. Por ende, el Departamento de Estado dedicó un esfuerzo considerable en promover la cultura brasileña. Aún así, la política en sí misma no explica la fama de Portinari, sorprendente, aunque pasajera. El carácter técnico, pero experimental, de su sofisticado trabajo, aunado a su cálida y agradable presentación de los trabajadores brasileños, lo consolidaron como un artista de gran interés. Portinari fue comunista, como Rivera y Siqueiros, pero no habló sus ideas políticas cuando visitó Estados Unidos. Incluso, dijo a los reporteros que "la política siempre cambiará, pero el arte permanece siendo el mismo. Si construimos nuestros lazos a través del arte, construiremos sobre una base sólida". En 1940, poco después de la ocupación alemana de Francia, la Biblioteca del Congreso en Washington encargó a Portinari la creación de cuatro murales sobre la invasión y colonización de las Américas. Los murales abrieron al público en enero de 1942, un mes después del ataque japonés a Hawaii. La prensa comentó el trabajo de Portinari en el marco de la herencia común entre Estados Unidos y Brasil.
Más de diez años antes de que Estados Unidos aceptara los murales de Diego Rivera como una celebración de la industria nacional, la imaginería brasileña de Portinari - que incluía la contribución de negros e indígenas en la construcción nacional - se tradujeron en ese país como símbolos patrióticos de autodeterminación nacional, para unir a los pueblos del mundo contra el racismo y el militarismo.
Diego Rivera volvió a los Estados Unidos en 1940, con el encargo de crear un nuevo mural para la Feria Mundial de San Francisco. Esta obra fue popularmente conocida como "La Unidad Panamericana" ("Pan-American Unity"), aunque su título original era "El Matrimonio de la expresión artística entre el norte y el sur de este continente" ("The Marriage of the Artistic Expression of the North and the South on This Continent"). Rivera afirmó: "Mi mural representará la fusión entre el pasado glorioso de las tierras latinoamericanas, tal y como está enraizado, junto con el alto desarrollo mecánico de Estados Unidos". La base de la Unidad Panamericana, según Rivera, eran "el matrimonio de la expresión artística" que darían lugar a "la fusión de elementos indígenas, mexicanos, esquimales, junto con el impulso propio de la máquina que supone la invención del lado material de la vida, pero que también tiene un lado artístico. Es decir, un mismo impulso, pero en una expresión distinta". Las maravillas tecnológicas de California se difuminaban en el paisaje del valle de México previo a la conquista española. En ambos escenarios aparecían grupos erigiendo estructuras masivas. En el centro, una figura hecha de maquinaria se fusiona con Coatlicue, deidad mexica de la muerte y la tierra. Rivera explicó que "A un lado de esta figura está la cultura del norte, y en el otro, el arte del sur. Hay gente trabajando en esta imagen, artistas del Norte y del Sur, mexicanos y estadounidenses. También represento a artistas como [Robert] Fulton y [Samuel] Morse, quienes así como fueron pintores, inventaron dos utensilios de la revolución industrial: el telégrafo y la máquina de vapor; es decir, los medios para transportar ideas y materiales. Del sur viene la serpiente emplumada, del norte la cinta transportadora"4.
En 1943, Rivera publicó en México el artículo "El arte, base del Panamericanismo"5, en que defendió su compromiso con la causa panamericanista. Según él, la civilización europea, desde sus primeros tiempos, se había basado en la esclavitud. Las dictaduras en Alemania e Italia eran su forma contemporánea. La única parte de Europa que había escapado al esclavismo era la Unión Soviética. Así, la redención de la cultura europea sólo podía darse mediante una fusión con esta última, una vez que se hubiera despojado del estalinismo y vuelto al socialismo como base de la democracia. Al igual que la URSS, Estados Unidos había tenido una revolución democrática, elemento clave de su excepcional productividad. Sin embargo, la democracia estadounidense permanecía incompleta debido a que la esclavitud prevalecía a través de la segregación racial. Por otra parte, la democracia en América latina, decía, había fracasado por completo. Las élites latinoamericanas habían establecido dictaduras policíacas para suprimir a las mayorías populares y volverse hacia el capitalismo europeo y norteamericano. Así, suponían poder alcanzar el desarrollo económico que vendría naturalmente cuando los pueblos estuvieran libres de esclavitud. La relación dialéctica entre las revoluciones americanas revelaba cómo salir del bloqueo entre una democracia estadounidense deformada, y una democracia abortada en América Latina. El primer paso hacia la unificación de las naciones americanas era eliminar los prejuicios raciales y la discriminación, presente en América del Norte, aunque también en Sur, aunque este negara su existencia.
La guerra contra el fascismo exigía que los americanos abrazaran el principio de igualdad racial. Según Diego Rivera, desde que fue creada, la Unión Panamericana significó un regreso a la democracia, ya que las naciones de diverso origen racial habían acordado trabajar juntas en igualdad (aunque de manera formal y no siempre real). Una vez que los procesos políticos fueran verdaderamente democráticos, los pueblos americanos dejarían de pensar en términos de nacionalidad, raza o patria ancestral. Las polémicas y los debates podrían continuar, pero conforme la gente hablara de experiencias y anhelos, en lugar de privilegios y miedos, hallarían aliados en cada nación y en cada grupo social.
A distancia, las propuestas de Rivera pueden parecer ingenuas, pero en su tiempo, e fue uno de los muchos comentaristas extranjeros que constataron que Estados Unidos, otrora comprometido con el panamericanismo, inició involuntariamente el difícil desmantelamiento de la segregación racial incrustada en todos los aspectos de la vida cotidiana.
En 1941, mientras el odio racial impulsaba el asesinato de millones alrededor del mundo, el psiquiatra brasileño Arthur Ramos acuñó el término de "democracia racial" para distinguir la contribución especial del Brasil a la lucha internacional contra el fascismo. En un artículo que resumía sus principales argumentos al público estadounidense, Ramos manifestó que "los negros y los mulatos son elementos cruciales de la vida nacional". Y continuaba: "tienen las mismas oportunidades que los otros grupos raciales al participar en actividades sociales y culturales. Esta tradición en el tratamiento de las razas es un orgullo en Brasil. El estatus social del Negro en la América portuguesa parece ser, entonces, el mejor de todo el continente". Ramos preguntaba a sus lectores si acaso los británicos, con su larga historia de colonialismo y malos tratos a los no-europeos, podían declarar honestamente que estaban combatiendo por otro principio más allá de la preservación de su imperio. Brasil no tendría ningún interés en la guerra entre Gran Bretaña y Alemania, si no fuera porque los nazis habían llevado el imperialismo a un nivel peligroso al luchar por imponer el dominio de una "raza superior" al resto del mundo. Ramos añadía que el prejuicio racial había mermado la práctica democrática en Estados Unidos; sin embargo, mientras permaneciera comprometido con el panamericanismo y con la igualdad de naciones, el país estaría en camino hacia una "democracia racial"6.
Ramos era uno entre muchos intelectuales brasileños que durante el periodo de entreguerras desarrolló la idea de que la cultura de Brasil era fruto de la interacción pacifica entre los nativos, con los colonizadores portugueses y los esclavos africanos. Las culturas de las "tres razas" englobaba por igual a todos los brasileños sin importar la raza, nacionalidad o clase social. El término "democracia racial", acuñado por Ramos, se difundió ampliamente por Estados Unidos en periódicos, artículos de revista, best-sellers (como Seven Keys to Brazil [1940] de Vera Kelsey, y Land of the Future [1942], de Stefan Zweig), así como en trabajos de investigación sobre las relaciones raciales brasileñas, financiadas por el gobierno federal de Estados Unidos y por sociedades filantrópicas. La noción "democracia racial" apenas describía la complejidad de las relaciones sociales en Brasil, pero servía a los intereses de los defensores de los derechos civiles en Estados Unidos. En general, las relaciones raciales latinoamericanas ofrecían una oportunidad de repensar las prácticas estadounidenses. El libro breve de Frank Tannenbaum, El Negro en las Américas: Esclavo y ciudadano (Slave ad Citizen, 1946) examinaba la historia de las poblaciones afrodescendientes en las Américas, acudiendo a relatos de esclavitud y emancipación, para argumentar sobre la relevancia de los asuntos raciales en América Latina. Durante las siguientes dos décadas, "El Negro en las Américas" permaneció como uno de los libros sobre relaciones raciales más citados y leídos en Estados Unidos. Así, rivalizó con la obra más larga de Gunnar Myrdal: An American Dilemma (1944). El mensaje más importante producto de las investigaciones sobre relaciones raciales (en Brasil y otros países americanos) era que las desigualdades que los estadounidenses típicamente entendían como un producto de las diferencias raciales fundamentales basadas en la biología y la cultura, los latinoamericanos eran más propensas a ver como resultado de la pobreza extendida y la falta de acceso a la educación.
El sistema de segregación, en el sur de Estados Unidos, era la contradicción más evidente de un país que ocupaba el liderazgo en la coalición global de combate al racismo. Más allá, la discriminación racial y el conflicto estaban presentes por todo el territorio. A medida que los trabajadores de color se trasladaban a las urbes para trabajar en la industria de guerra, el gobierno enfrentó resistencia a ciertas medidas modestas que garantizaban el trato laboral y el acceso a la habitación igualitarios. Durante la guerra explotaron tumultos raciales en más de una docena de ciudades, incluyendo Chicago, Detroit, Nueva York y Los Ángeles, con turbas de blancos que atacaban a negros y mexicanos por las calles. El estado de las relaciones raciales en Estados Unidos era crucial en su capacidad para ejercer su liderazgo global. Era un desafío que los funcionarios del gobierno no podían evadir, trabajando con sus aliados de la Unión Panamericana.
Mientras que Spruille Braden era embajador estadounidense en Cuba en 1943, reconoció que ni Estados Unidos ni el Reino Unido tenían buenos antecedentes en relaciones raciales. "Al contrario", añadía en un discurso público, "tenemos mucho por qué avergonzarnos y lamentar, pero al menos, es algo por lo que nos avergonzamos y lamentamos. Esto demuestra que, estamos progresando. Sería en vano enumerar las injusticias y tragedias del pasado. El punto es asegurar que estos errores no se repitan". Los diplomáticos estadounidenses permanecieron al margen de lo que Braden dijo. La administración necesitaba el apoyo de los segregacionistas demócratas del Sur en el Congreso respecto a varias iniciativas domésticas e internacionales. Por su parte, los votantes blancos del norte y del oeste, que tradicionalmente votaban por el partido demócrata, podrían fácilmente cambiar sus lealtades si el gobierno impulsaba seriamente la igualdad racial.
El liderazgo global exigía que Estados Unidos rompiera radicalmente con la supremacía blanca. Sin embargo, los asuntos internos limitaban la acción del gobierno a declaraciones tímidas y simbólicas. Incluso, estas limitadas acciones ya eran demasiado para algunos congresistas. Antes del fin de la guerra se estableció una alianza entre los demócratas del Sur y los republicanos del medio oeste. Mediante la creación de la Oficina de Información Pública (Renombrada Agencia de Información de Estados Unidos en 1953), esta alianza reemplazó los programas de intercambio cultural que asumían que los estadounidenses debían aprender sobre otros países. La Oficina comenzó a enfocarse, prioritariamente, en brindar información sobre Estados Unidos a los extranjeros. En la medida en que el panamericanismo promovía la igualdad económica y social, los conservadores deploraban que sus programas de intercambio cultural interferían en las instituciones nacionales.
Los afroamericanos evidenciaron poco interés en el panamericanismo, para quienes el panafricanismo y la negritud ofrecían ideas alternativas de conexiones transnacionales. Langston Hughes tradujo a poetas hispanohablantes y haitianos para periódicos estadounidenses. Él vivió por un tiempo en México (donde trabajaba su padre), Cuba y Haití. Pero sus obras, incluso I Wonder as I Wander, su libro sobre asuntos internacionales en la década de 1930, trataban al panamericanismo sólo tangencialmente. Fue otro ideal, de apariencia noble, evocado por los americanos blancos, sin comprender los cambios que el panamericanismo exigía en la forma en que operaban los Estados Unidos.
Las obras de Hughes fueron frecuentemente traducidas al español y al portugués, en especial su poema "I Too Sing America" (1926), una lírica breve que predecía que "el hermano más oscuro" sobrevivía en Estados Unidos y se iba fortaleciendo pese a la exclusión que sufría por todas partes. Con el tiempo, concluye el poema, todos darán por hecho que los negros eran parte de la gran familia nacional. Para muchos, el poema era una alusión sutil al fraude que representaba la independencia de Estados Unidos: "¿Cómo puede el continente ser llamado la "tierra de la libertad" si nadie quiere reconocer que su riqueza fue producida con base en la esclavitud?"
Haití había sido un miembro fundador de la Unión Panamericana, cuyos programas culturales ofrecían financiamientos a la investigación de la historia y cultura de este país caribeño, así como apoyos a los estudios comparativos de la diáspora africana en el hemisferio occidental. La bailarina y coreógrafa estadounidense y afrodescendiente Katherine Dunham aprovechó estas oportunidades para investigar por varios años la cultura popular haitiana. Sus trabajos la llevaron a estudiar también las expresiones culturales africanas que florecían en Cuba, Brasil y otros países americanos. El Departamento de Estado de Estados Unidos a menudo la enviaba, junto con su compañía de danza, de gira por América Latina, donde mostraba la riqueza de la cultura afrodescendiente en el hemisferio occidental. El interés por la "democracia racial" permitió que el sociólogo afroamericano Edward Franklin Frazier recibiera fondos para llevar a cabo estudios exhaustivos sobre actitudes y prácticas raciales en varias zonas del Brasil. Desde una perspectiva estadounidense, Frazier aseguraba que los brasileños tenían una actitud más abierta respecto a las diferencias raciales. Sin embargo, decía haber encontrado evidencia de que conforme los brasileños se familiarizaban con la vida en Estados Unidos, algunos adoptaban las ideas de este país respecto a la diferencia racial.
El panamericanismo podía llevar a que la "democracia racial" se extendiera a Estados Unidos, pero también podía provocar que la segregación se extendiera de la nación más rica del mundo hacia otros países. La advertencia de Frazier se confirmó tras un incidente muy mediatizado en São Paulo en 1950: la administración de un hotel se negó a confirmar las reservas de habitaciones que Katherine Dunham había hecho para ella y su compañía. El gerente explicó que ya no se aceptaban huéspedes "negros", pues su presencia ofendía a muchos huéspedes estadounidenses en viaje de negocios. Incidentes similares ocurrieron en Cuba, donde - incluso violando las leyes cubanas - hoteles y restaurantes que dependían de consumidores estadounidenses, a menudo se negaban a atender clientes negros.
En 1945, en respuesta a las amenazas del Congreso de eliminar el financiamiento a los programas culturales, el Departamento de Estado hizo de la "información pública" (es decir, el hecho de proporcionar a los ciudadanos de otros países información sobre Estados Unidos) la prioridad oficial de sus actividades culturales y educativas. El Congreso eliminó el financiamiento a los programas de la Unión Panamericana que desarrollaban materiales curriculares compartidos. Al mismo tiempo, los planes para expandir la instrucción del español y del portugués en escuelas primarias estadounidenses colapsaron, cuando en 1947, el Congreso canceló los fondos de la Oficina de Educación.
Tras la formación de las Naciones Unidas, como la unión de todas las naciones soberanas basadas en los principios republicanos, la razón de ser del panamericanismo se desvaneció. Conforme los Estados Unidos desviaban su atención a la reconstrucción de Europa y del este asiático, declinó el financiamiento para el desarrollo económico de los países americanos. La Guerra Fría proveyó un nuevo contexto para las relaciones interamericanas. En 1947, la Unión Panamericana se reorganizó en forma de un pacto de seguridad colectiva: la Organización de Estados Americanos (OEA), en la cual, la cooperación policial y militar reemplazó la interacción cultural.
En muchos países de las Américas, el conflicto internacional entre los estados capitalistas y marxistas-leninistas se sumó a los conflictos internos. Las élites, aferradas en conservar sus privilegios, reaccionaron a las demandas de democracia e igualdad como subversión comunista que merecía ser reprimida por Estados Unidos. La decadencia del panamericanismo estuvo marcada por la prohibición del Partido Comunista y los sindicatos de izquierda en Brasil y Chile en 1947; por el asesinato del candidato del Partido Liberal a la presidencia de Colombia en 1948, dando inicio a una larga guerra civil con cientos de miles de muertos; el derrocamiento del gobierno electo de Guatemala por parte de Estados Unidos en 1954; la fallida invasión a Cuba, también por Estados Unidos, en 1961; el golpe de estado militar en Brasil, apoyado por Washington, seguido de la propagación de dictaduras en América latina - y en todo el mundo en realidad, incluyendo el sur de Europa - apoyadas por Estados Unidos. En 1965 el gobierno estadounidense invadió y ocupó la República Dominicana, pese a la objeción de otros gobiernos americanos. El mismo año, el Congreso de Estados Unidos impuso cuotas de inmigración por primera vez a los miembros de la OEA. Este hecho convirtió en "ilegales" a muchos latinoamericanos, negándoles los derechos políticos y económicos más básicos, aún si trabajaban para muchas industrias importantes. Esta transformación fue simultánea con la propagación de dictaduras y guerras por todo el continente, forzando a muchos a migrar al norte en busca de seguridad.
En la medida en que los ciudadanos estadounidenses estaban en condiciones de comprender los complejos factores detrás de la violencia que escalaba por el continente - según la difusión de concepciones liberales sobre un gobierno responsable -, han podido ejercer presión para modificar las políticas gubernamentales. El creciente y continuo intercambio de opiniones que los estados miembros cultivaron al formar la Unión Panamericana deben de haber dado lugar a que las voces latinoamericanas se escucharan con más frecuencia en Estados Unidos, conforme los estadounidenses debatían las políticas de su país. En lugar de ello, Estados Unidos, durante la Guerra Fría, adoptó políticas que marginaban la oposición. El gobierno utilizó agresivamente su autoridad sobre las visas para impedir la entrada de escritores y artistas extranjeros contrarios a las políticas estadounidenses. En 1947, cuando Candido Portinari deseaba visitar el país, el Departamento de Estado rehusó otorgarle la visa. Cinco años antes, el gobierno estadounidense lo elogiaba como un ícono del diálogo interamericano. Su entrada fue prohibida, supuestamente, porque había pertenecido al Partido Comunista del Brasil. Ningún funcionario le explicó las razones de su decisión, ni tampoco a otras personalidades de la cultura, procedentes de todo el mundo, que pasaron por la misma situación. En 1954, el Departamento de Estado rechazó nuevamente la entrada de Portinari cuando necesitaba supervisar la instalación de su obra War and Peace, murales que realizó para la entrada a la Asamblea General de las Naciones Unidas. Los críticos de arte estadounidenses continuaron elogiando a este brasileño como uno de los artistas más importantes de la mitad del siglo XX. No obstante la imposibilidad de entrar a Estados Unidos, las relaciones de Portinari con los críticos y comerciantes de arte fueron necesariamente esporádicas y lo mantuvieron al margen de la atención. En 1964, el Departamento de Estado se negó a dejar entrar a Carlos Fuentes, aún si tenía una novela en las listas best-steller y que su editor había organizado una gira nacional para promover el libro. Para el escritor fue un golpe mayúsculo, tanto en términos financieros como en su reconocimiento mundial. El éxito de su libro en el mercado estadounidense produjo traducciones a docenas de idiomas. Los funcionarios del Departamento de Estado sugirieron a Fuentes que, para recibir una visa, debía criticar públicamente a Fidel Castro y a la Revolución cubana.
Diversos filántropos incrementaron el financiamiento para traducciones, mientras que grupos liberales como el Consejo de Relaciones Interamericanas, fundado por la familia Rockefeller, implicaron a diversos funcionarios prominentes retirados, hicieron presión para suprimir la política de visas. Sin embargo, la idea que la política internacional debía sujetarse a una observación democrática se debilitó. Debemos considerar que la administración Reagan enfrentó tres guerras en América Central, aunque no sólo la mayoría del público estadounidense lo desaprobaba, sino que también lo hacía la mayoría del Congreso de Estados Unidos. Luego de que el Congreso redujera el gasto para las aventuras militares del presidente, la administración diseñó un esquema ilegal para financiar a insurgentes contrarrevolucionarios en Nicaragua, a través de la venta de armas secretas a Irán. Este hecho muestra la poca estima del gobierno a la opinión pública, ya sea nacional o extranjera. Así, las intrigas políticas y la división de facciones, factores básicos en la balanza del poder, eclipsaron los esfuerzos por hacer viable una gobernabilidad global democrática.
El fin de la Guerra Fría en 1989 pareció ratificar las concepciones liberales de gobierno, tanto globales como nacionales, más no su práctica. Si el liberalismo era trascendente, así fuera de modo temporal, las luchas con el fascismo y el socialismo que caracterizaron el siglo XX expusieron que el panamericanismo y la responsabilidad democrática eran ideales en decadencia. La búsqueda de líderes estadounidenses para el poder global socava los límites a su libertad de acción que sus propias propuestas de cooperación interamericana instituyeron. La culminación del panamericanismo fue la "globalización", que al igual que su predecesor, está marcada por el vínculo difícil entre los principios liberales y una voluntad de poder disfrazada por promesas de una vida más próspera y más segura en todos los países. El éxito de las instituciones liberales aumentó gracias a su apertura a reconocer y trabajar en una sociedad con diferencias. En contraste, los liberales de izquierda consideraron a la diferencia como una amenaza para la unidad popular. En la medida en que la toma de decisiones pasaba del debate político a los intercambios del mercado, las "diferencias" reemplazaron la "igualdad" como la base de la vida social a fines del siglo XX. En este sentido, se reprodujeron desigualdades que ahora afectan a la mayoría de los países. Néstor García Canclini advirtió en 2002 que los mercados transnacionales unían a millones de personas alrededor del mundo con "actitudes compartidas, estilos de vida y apariencias personales" promovidas por marcas comerciales y logotipos7. Los medios de comunicación organizados a nivel global informaron a una "clase media mundial" que había crisis en todas partes del mundo. Al mismo tiempo, ofrecían un mito heroico colectivo fabricado en películas populares.
A manera de un hito histórico, el panamericanismo contribuyó a que las naciones del hemisferio occidental dejaran de ver a Europa como su patria cultural indispensable. Según esta creencia, las Américas eran inherentemente salvajes, bárbaras, o afines a un "salvaje oeste" en que podía hacerse fortuna, pero donde era imposible establecer un orden estable y civilizado. La conexión imaginaria entre naciones del continente americano generó nuevas fuerzas dentro de cada país, dirigidas a desarrollar a las culturas nacionales sin caer en el aislamiento. En teoría, el panamericanismo celebraba la diferencia simétrica como base de una visión utópica del mundo. Pero en la práctica, este fenómeno fortaleció las diferencias asimétricas y generó un proceso que fue aprovechado por los medios para obtener resultados particulares y consistentes que favorecían las formas de vida de una sola nación. La forma de vida de Estados Unidos fue aclamada por quienes la promovieron, ya sea mexicana, brasileña o estadounidense, como la forma más eficiente de organizar la vida nacional de cualquier país. Las relaciones asimétricas entre los miembros de la Unión Panamericana nunca se ocultaron. Siempre puestas en evidencia, estas relaciones exigían respuesta, y algunas respuestas implicaban acciones para defender los intereses locales y nacionales.
A pesar de que el panamericanismo fue un ideal fallido, la Organización de Estados Americanos sigue funcionando como una organización internacional importante. Sus propósitos se han reducido a asuntos prácticos y de procedimiento, y como tales, siguen siendo útiles para los Eestados miembros. La balanza de poder dentro de la OEA empezó a cambiar a partir de 1972, cuando Canadá se unió, convirtiéndose en miembro de pleno derecho en 1990. Las antiguas colonias británicas y holandesas en las Indias Occidentales también se unieron a la OEA después de obtener su independencia. Conforme la Organización se conformaba en un cuerpo más diverso y más representativo del hemisferio occidental, expandió sus actividades hacia muchas áreas entonces controversiales. Por ejemplo, en 1979, la OEA creó la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Este nuevo organismo, constituido por jueces nombrados por los Estados miembros, incluidos los Estados Unidos, constituyó un foro para examinar reclamos en torno a la violación de derechos humanos protegidos por la OEA y la ONU. Sus averiguaciones determinaban cuándo habían ocurrido los abusos y si los gobiernos estaban cooperando u obstruyendo para remediarlos. El poder de la corte para sancionar a quienes violan derechos humanos ha sido débil, pero su difusión mediática puede tener consecuencias poderosas. La publicidad en torno a los abusos ha dado lugar a una serie de convenciones de la OEA como la prohibición de la tortura (1985), la prohibición del secuestro con fines políticos (1994), y la protección de la libertad de expresión (2000). La Corte Interamericana también asumió la jurisdicción para investigar la violencia contra la mujer (1994) y la discriminación de personas con discapacidad (1999). La OEA perdió su sentido ideal e ideológico, en tanto ideales que hicieron de la organización un apéndice de la política internacional estadounidense. En cambio, la OEA se ha convertido en un espacio de actividades prácticas. En efecto, se ha convertido en lo que sus fundadores deseaban: un modelo pacífico y discreto para establecer un gobierno liberal, que se rige por leyes y procedimientos establecidos, y que favorece que la ley prevalezca por encima de las pasiones humanas.
Tulio Halperin Donghi, Historia contemporánea de América latina (Madrid: Alianza Editorial, 2013), 283-288.
C. E. Mason, "The Solidarity of the World\'s Womanhood as an International Asset", in Report on the Women\'s Auxiliary Conference Held in the City of Washington, U.S.A. in Connection with the Second Pan American Scientific Congress, ed. Glen Levin Swiggett (Washington: Government Printing Office, 1916), 42.
George Biddle (1885-1973) fue uno de los varios pintores estadounidenses invitados a crear murales para espacios públicos en otros países americanos. Su trabajo incluye murales para el edificio de la Suprema Corte de Justicia en la Ciudad de México (1940) y en la Biblioteca Nacional de Río de Janeiro (1942).
Diego Rivera, Dorothy Puccinelli, Diego Rivera: The Story of His Mural at the 1940 Golden Gate International Exposition (San Francisco: Golden Gate International Exposition, 1940), n. p.
Diego Rivera, "El arte, base del Panamericanismo", Así, no. 54 (14 August 1943), 54.
Arthur Ramos, "The Negro in Brazil", Journal of Negro Education, no. 10 (1941), 522.
Néstor García Canclini, Latinoamericanos buscando lugar en este siglo (Buenos Aires : Paidós, 2002), 25.