Pan Americanism
The US-led Pan American Union, created in 1890, is generally understood as a form of soft power...
En México la cultura ha sido históricamente un componente esencial del quehacer diplomático. La promoción y difusión de la cultura mexicana hacia el exterior se puede rastrear desde la participación de México en las Exposiciones Universales de 1889 y 1890 en París. En ambos eventos, la intención del gobierno mexicano fue promover, a través del arte y la arquitectura, la imagen de una nación moderna poseedora y heredera de una destacada riqueza cultural. Este objetivo será una constante en las subsecuentes participaciones del país en exposiciones culturales internacionales importantes, sobre todo a partir del periodo posrevolucionario.
Desde principios del siglo XX, México logró orquestar poco a poco y no sin dificultades una red de organismos e instituciones abocadas a ese propósito; es decir, la política cultural mexicana se orientó mediante una estrategia de integración cultural conocida como "nacionalismo revolucionario" que promovía una cultura única como sustento de la nación. Este nacionalismo en el ámbito cultural estuvo encabezado por el movimiento muralista mexicano integrado por: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo.
En 1921 se creó la Secretaría de Educación Pública (SEP) bajo la dirección de José Vasconcelos, prominente intelectual mexicano autor de los libros La raza cósmica y Ulises criollo, entre otros. A través de las misiones culturales, la SEP elaboró una estrategia integral de cultura y educación que fue esencial en la definición de la política mexicana al respecto, ya que orientó durante muchos años la acción cultural del gobierno. Prueba de ello es; por ejemplo, el Pabellón de México en la Exposición Iberoamericana de 1929 en Sevilla, España, en la cual el gobierno de Plutarco Elías Calles "vio una oportunidad de cambiar la imagen de México como un país violento y caótico", para "promover los productos y el arte de México" y "ganar prestigio internacional como un país económicamente bien organizado y pacífico". Principalmente se vio en ella una "ocasión para explotar la curiosidad sobre la Revolución Mexicana y fomentar una opinión favorable hacia ella".1 Este propósito del gobierno mexicano se realizó también a través de la participación de importantes escritores, pintores y artistas mexicanos: "los intelectuales han tenido un papel muy importante en las relaciones internacionales. Fueron actores prestigiosos que participaron en la diplomacia de varias maneras. Como grupo fueron un grupo de élite importante para transmitir su cultura al extranjero, además de ser vectores de introducción y adaptación de las culturas de otros países".2 Entre esos actores podemos mencionar a José Juan Tablada (integrante del cuerpo diplomático de México en Caracas, 1918, y Quito, 1920), Alfonso Reyes (como segundo secretario y después como encargado de negocios en la embajada de México en España entre 1922-1924; ministro en Francia entre 1924-1927, embajador de México en Argentina en 1927-1930 y Brasil en 1930-1935); Enrique González Martínez (ministro plenipotenciario de México en Chile, Argentina, España y Portugal entre 1920-1931), Gilberto Owen (integrante del cuerpo diplomático de la Embajada de México en Perú y Ecuador entre 1928-1931) y José Rubén Romero (cónsul general en España en 1934 y embajador de México en Brasil en 1937), entre otros.
En este tenor, también podemos mencionar la activa participación de México en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual (de 1927 a 1939) que tenía su sede en París. En este importante foro internacional las figuras de prominentes escritores y diplomáticos como Alberto J. Pani, Alfonso Castelló, Francisco Castillo Nájera y de Marte R. Gómez resultaron significativas; debido a que no sólo fungieron como los representantes mexicanos ante ese organismo internacional, sino que contribuyeron al establecimiento de la Comisión Mexicana de Cooperación Intelectual.3
En las décadas de los treinta y cuarenta se crearon varias instituciones culturales con el fin de promover la cultura mexicana. "Entre ellas destacan las siguientes: el Fondo de Cultura Económica en 1934, el Seminario de la Cultura Mexicana en 1942, El Colegio Nacional en 1943 y el Instituto Nacional Indigenista en 1948. En 1958 con la creación de la Subsecretaría de Cultura (antecedente del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes), inició un largo proceso de articulación de diversas instituciones culturales, como el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA)".4 En este contexto, el gobierno mexicano a través de la Secretaría de Relaciones Exteriores participó y promovió una serie de exposiciones para dar a conocer en el extranjero el arte y la cultura del país. Una de ellas fue Mexican Arts, en el Museo Metropolitano de Artes de Nueva York, para mostrar a al público estadounidense el desarrollo cultural y artístico de México desde la época virreinal hasta la posrevolución. Esta exposición itinerante se exhibió durante dos años por varias ciudades de Estados Unidos (1930-1932).
Unos años después, el gobierno mexicano presentó la cultura y el arte mexicano a través de la obra de Miguel Covarruvias (pintor, coleccionista, antropólogo, historiador y geógrafo) quien montó en 1940 una exposición en el mismo "MoMA", así como la exposición de José Guadalupe Posada denominada Posada: grabador del pueblo mexicano presentada en el Instituto de Arte de Chicago en 1944. Previamente, en la Exposición Universal de París de 1937 se mostraron los temas de la modernización del campo, la industrialización del país y la política educativa.
La XXV edición de la Bienal de Venecia de 1950 fue una oportunidad trascendente para la diplomacia cultural mexicana. México era invitado por primera vez a ese importante evento, donde tuvo ocasión de presentar la exposición Arte Mexicano del Precolombino a nuestros días que tuvo un éxito rotundo; ya que también fue montada en varios museos de Europa. La exposición incluyó obras de los muralistas José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo. Su organización y curaduría estuvo a cargo del museógrafo, diplomático y escritor, Fernando Gamboa, subdirector en ese entonces del Instituto Nacional de Bellas Artes. Una segunda participación de México en la bienal fue en 1952 con menor éxito que la anterior, pero también importante en la estrategia del país para difundir la cultura hacia el exterior. En esa ocasión se presentaron obras de Raúl Anguiano, Guillermo Meza, Carlos Orozco Romero, Manuel Rodríguez Lozano y Jorge González Camarena. En esta época de los cincuenta destacó el papel de Jaime Torres Bodet, embajador de México en Francia, como un activo promotor de la cultura de México en el mundo; actividad que ejerció también como Director General de la UNESCO en el periodo 1948-1952.
Un ejemplo más de la difusión de la cultura mexicana en el exterior lo constituyó la presencia de México en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, que obtuvo la Estrella de Oro, mejor conocida como el Grand Prix belga, otorgado por unanimidad al conjunto total del pabellón. En palabras del curador de esa exposición, Fernando Gamboa, el eje conductor tenía la premisa de mostrar a México como un país moderno heredero de una cultura milenaria. "Sin avances científicos comparables a los de las principales potencias mundiales, se presentaría como un 'país pleno de ímpetus juveniles', en un 'interesante contraste' con la vieja Europa".5 No obstante, México, de acuerdo con Alejandra Ortiz "no volvería a participar en la bienal sino aisladamente hasta los años ochenta y noventa, con Leonora Carrington; por ejemplo, que expuso en 1986", pero de una manera frecuente a partir de 2007.6
En los años sesenta, la cultura se incorporó de manera formal como una instancia administrativa de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) debido a que se creó el Organismo de Promoción Internacional de la Cultura con el propósito de difundir la cultura de México en el exterior. Al año siguiente surgió la Dirección General de Relaciones Culturales también dentro de la SRE. Asimismo, durante los años sesenta se construyeron los edificios que actualmente albergan el Museo Nacional de Antropología y el Museo de Arte Moderno. En esta década sobresalió como actividad de diplomacia cultural de México su participación en la Feria Mundial de Nueva York en 1964/65 en donde el espectáculo de los voladores de Papantla y la cabeza olmeca de 16 toneladas causaron sensación.
Posteriormente, la actividad de difusión de la cultura y expresiones artísticas de México continuó con la participación del país en la Exposición Mundial de Montreal en 1967. En la Exposición Mundial de Osaka, Japón de 1970 exhibieron artistas plásticos como Lilia Carrillo, Manuel Felguérez, Francisco Icaza, Gilberto Aceves Navarro, Brian Nissen, Fernando García Ponce, Francisco Corzas y Antonio Peyrí, entre otros; todos seleccionados por Fernando Gamboa. Asimismo, en este decenio, se logró una mayor diversificación de las relaciones exteriores, especialmente en América Latina y el Caribe.
Hacia América Latina, la emergencia de los medios de comunicación masiva en los años cincuenta (la televisión y el cine) contribuyeron a la difusión de la cultura mexicana a través de la denominada "época de oro" del cine mexicano que consolidó una proyección internacional del país (sobre todo en la década de los cuarenta y cincuenta). Por ejemplo, con películas como Allá en el rancho grande (1936), Ahí está el detalle (1940), María Candelaria (1944), Enamorada (1946), Salón México (1948), Los Olvidados (1950), Espaldas mojadas (1955), Tizoc (1957), Macario (1959), entre muchas otras, México promovía "sus costumbres y cultura, sus paisajes y atracciones turísticas, su estatus como líder en tecnología y como el país más moderno de Latinoamérica".7 Después de la Segunda Guerra Mundial siguió también la política de nombrar escritores y académicos para puestos diplomáticos y mandarles a escenarios claves de la Guerra Fría, entre otros: Rosario Castellanos (embajadora en Israel en 1971), Carlos Fuentes (embajador en Francia entre 1975-1977), Sergio Pitol (consejero cultural en las embajadas de México en Hungría, Polonia, la Unión Soviética y embajador en Checoslovaquia entre 1983-1988), Fernando Benítez (como consejero cultural en la embajada de México en China y embajador de la República Dominicana en los años 1991-1994), José Luis Martínez Rodríguez (embajador de México ante la UNESCO en 1963-1964, embajador en Perú en 1961-1962 y Grecia entre 1971-1974), Antonio Castro Leal (embajador de México ante la UNESCO y miembro ejecutivo en 1949-1954), Manuel Maples Arce (embajador de México en Panamá, Chile, Colombia, Japón, Canadá y Noruega entre 1944-1967), Enrique González Martínez (embajador de México en España y Portugal entre 1924-1931), Fernando del Paso (agregado cultural en la embajada de México en París entre 1986-1988 y cónsul en ese país en 1988-1991), Juan Villoro (agregado cultural en la República Democrática Alemana, 1981-1984), entre otros.
Esta actividad de promoción y difusión cultural de México hacia el exterior tuvo continuidad hasta el fin del Siglo XX. Entre los años 1995 a 2000 sumó 210 exposiciones de arqueología, arte moderno, contemporáneo y popular en países como Portugal, Italia, Estados Unidos, China y Canadá. Además, de la participación de México en bienales y ferias donde se presentaron obras de los creadores mexicanos como por ejemplo la Feria Internacional de Arte Contemporáneo, en París, la Bienal de Estambul, la Feria de Arte Contemporáneo Arco de Madrid, la Bienal de Venecia, la Feria Internacional de Arte Artforum Berlín, la Bienal de Sao Paulo, la Feria Internacional de Art Chicago, Estados Unidos, entre otras.
Junto a su política voluntarista de promoción de su producción artística, México ha sido un actor principal en el surgimiento de una visión multilateral de la cultura como herramienta diplomática, a través de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Desde el nacimiento de esa organización, México ha tenido un papel importante no sólo porque el Vicepresidente del Primer Consejo Ejecutivo de dicho organismo fue un mexicano, Manuel Martínez Báez, y el Segundo Director General de la UNESCO fue otro mexicano, Jaime Torres Bodet, sino porque México fue uno de los catorce países en formar la Primera Comisión Provisional y el séptimo en firmar el Acta Constitutiva de la organización (el primero en América Latina). En 1947 se celebró en la Ciudad de México la Segunda Conferencia General de la institución. Tres años después, en Florencia, el embajador Antonio Castro Leal tuvo un papel clave en la adopción del español como idioma oficial de trabajo, junto al inglés y al francés.
México ha seguido impulsando algunas de las más preciadas iniciativas de la UNESCO. Una de las convenciones más importantes suscritas por México ha sido la Convención para la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural de la UNESCO aprobada el 16 de noviembre de 1972 en París, que entró en vigor el 17 de diciembre de 1975. La Convención creó un Comité Intergubernamental de Protección del Patrimonio Cultural y Natural de valor universal denominado Comité del Patrimonio Mundial, integrado por 15 Estados. México ha figurado como miembro del Comité desde 1984 y en 1997 ejerció la Presidencia del mismo. El país ha sido anfitrión de eventos importantes como la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales, mejor conocida como la MONDIACULT, celebrada en la Ciudad de México en 1982, y considerada una pieza clave en la actividad llevada a cabo por la UNESCO en los años ochenta en el ámbito cultural. "Dicha conferencia sirvió de base para el inicio de una serie de proyectos e iniciativas que condujeron a la proclamación en 1988 de la Década mundial de la cultura y más tarde en 1991, la creación de la Comisión mundial de Cultura y Desarrollo de la UNESCO".8 Una Convención más de la UNESCO en la que México jugó un papel destacado fue la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (Paris, 2005) considerada uno de los instrumentos fundadores del Derecho Internacional de la cultura frente a la perspectiva estadunidense que considera a las industrias culturales como cualquier otra industria.
En los años noventa, y en el marco de las negociaciones del Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN), el gobierno de Carlos Salinas de Gortari promovió una serie de actividades culturales mexicanas como parte de la estrategia de seducción de futuros socios comerciales. Específicamente se realizó un amplio programa de "relaciones públicas" para atraer inversionistas internacionales, así como actividades culturales, en particular con las comunidades mexicanas residentes en el extranjero, para mejorar la imagen del país en el exterior.
En el periodo mencionado, la diplomacia cultural fungió como un importante apoyo en las estrategias de la política exterior mexicana. En el contexto de las negociaciones del TLCAN, las instituciones culturales y el sector privado colaboraron para dar a conocer en los Estados Unidos las expresiones artísticas y culturales más relevantes en la historia de México. La dirección de todos estos empeños recayó en una amplia variedad de actores e instituciones, entre las que podemos destacar a Rafael Tovar y de Teresa, Titular del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), José Sarukhan Kermez, Rector de la UNAM, Manuel Camacho Solís, Jefe del Departamento del Distrito Federal, al poeta e intelectual Octavio Paz, así como la Asociación Amigos del Arte encabezados por Emilio Azcárraga Milmo, Director de Televisa, la cadena de televisión privada más importante del país. Este gran esfuerzo institucional y privado se condensó en un festival denominado México: esplendores de treinta siglos que se inauguró en octubre de 1990 en el Museo Metropolitano de Nueva York. En esta sede duraron tres meses las expresiones y manifestaciones artísticas y culturales de México para posteriormente (en 1991) mudarse al Museo de Arte de San Antonio y al County Museum of Art de los Ángeles, California.
Un intento similar al anterior se dio en 1993, en el contexto de la firma de un Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación con la Comunidad Europea. México fue invitado de honor en el festival denominado Europalia, en donde durante varias semanas y en distintas ciudades de Bélgica se expuso lo mejor de la cultura y el arte de México. Para tal efecto, el gobierno mexicano creó una Comisión integrada por los Titulares de la Secretaría de Relaciones Exteriores, la Secretaría de Educación Pública, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, del Jefe del Departamento del Distrito Federal y por el Titular de la Oficina de la Presidencia. El evento era considerado por el gobierno mexicano como el más relevante acto internacional de las últimas décadas en el esfuerzo por dar a conocer a la cultura nacional.
Durante la administración de Ernesto Zedillo (1994-2000), los procesos de globalización y de cooperación internacional obligaron al Presidente a fortalecer la presencia de México en el exterior. Se reestructuró la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), destacando la creación del Instituto Mexicano de Cooperación Internacional (IMEXCI), cuya labor era la coordinación de las comisiones mixtas de cooperación educativa y cultural y el establecimiento de programas bilaterales en ese ámbito. El número y la profundidad de las intervenciones permiten afirmar que la diplomacia cultural mexicana dio prioridad a la protección del patrimonio histórico, sin olvidar el estímulo a la creación libre y a la difusión cultural.
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